En la fachada atlántica europea se trazó en la antigüedad un arco de relaciones comerciales y culturales que se renueva en la contemporaneidad con la música y la reivindicación de unas raíces culturales compartidas. En el extremo occidental de Europa, los fisterres del viejo continente cartografían los territorios de los llamados países celtas. Los vínculos se extienden desde Escocia hasta Galicia y su entorno, abarcando la costa cantábrica -Asturias, Cantabria- y parte de los territorios de la meseta, pasando además por Irlanda, la Isla de Man, Cornualles, Gales y Bretaña.
El mundo del más allá, es un componente crucial en la visión del mundo que poseían los celtas, pues ésta pasa por la creencia en un mundo sobrenatural. En este universo paralelo morarían toda una serie de personajes fantásticos para nosotros, y que ellos consideraban reales.
Los druidas y los poetas, adscritos a las clases dirigentes célticas, tuvieron mucho que ver en la preservación del producto de la imaginación de pueblos como el irlandés y el gallego, gracias a la transmisión oral de un sinfín de leyendas.
Ejemplos de estas creencias del sobrenatural en Galicia serían la “estadeira”, un ser que rondaba por la casa de alguien que iba a morir, o la “orcabella”, una vieja semejante a la Cailleach Bhéirre irlandesa, que podía acabar con los humanos con sólo tocarlos o mirarlos.